La libertad verde de la permacultura
Por Valentina Carvajal Gallardo
Ubicado en Santiago Centro, al fondo de un pasaje frente al Parque Bustamante, Carlos Porter 53 es un edificio antiguo de cuatro pisos y, en el 2011, vio pasar a más de alguna movilización por su frontis. Desde la vereda se puede ver una ventana de la que cuelgan flores, adornos y distintos lienzos en apoyo al movimiento estudiantil. Esa es la ventana que da al departamento que ejerce como sede de trabajo de la organización Bioregión Valle Maipo.
Leyla Sánchez y Alondra Cáceres, parte del equipo de gestión de la Bioregión, me reciben con entusiasmo y amabilidad. “Perdón, nos atrasamos y estamos almorzando. ¿Quieres algo para comer?”, dice Leyla mientras señala los platos con tallarines y curry sobre la mesa. El departamento es pequeño y, más que una sede de reuniones, es muy acogedor y hogareño.
Alondra es alegre y eso se nota porque habla con entusiasmo: “Hace tiempo que queríamos que alguien viniera, tenemos mucho que contar para fomentar la permacultura”. Junto a ella, Leyla asiente con la cabeza muy tranquilamente: Aquí, además de ser la sede de reuniones de la Bioregión Valle Maipo, tenemos un huerto urbano en la azotea llamado ‘Flores en el tejado’.
Un pack de vida
Tanto Alondra como Leyla coinciden en que la permacultura entrega “un pack de vida” que se aplica a mucho más que diseñar o tener huertos. “La permacultura te entrega la libertad de hacer lo que quieras, todo es posible. Pero, como todo, conlleva una gran responsabilidad y puede llegar a ser peligroso, pero hay que saber aprovecharlo bien”,comenta Leyla mientras levanta los platos sucios de la mesa.
Aunque ahora esto es parte de sus vidas no siempre fue así. Los inicios de ambas en el tema son muy diferentes pero de cierta forma están ligados a lo mismo: al curso de permacultura realizado en la Escuela El Manzano.
Alondra no es de Santiago, sino que de Marchigüe, Sexta Región, y dice que, a pesar de vivir en el campo, nunca le habían interesado temas relacionados con el medio ambiente y la agricultura. “No me gustaba porque no me hacía conexión. Mi hermana se fue de viaje por el mundo para conocerse a sí misma y volvió hablando de la permacultura. Luego, fue a un Ecocentro y al volver nos dijo a todos que teníamos que probarlo. A mí, por intuición, me picó el bichito y decidí probar el curso. Es muy transformador”, comenta.
Por su lado, Leyla, estuvo en contacto con la naturaleza desde pequeña debido a que su madre y sus tías tenían huertos en la casa donde vivían en la comuna de La Granja. Con melancolía dice que “en ese tiempo teníamos muchos animales, los patios eran más o menos grandes y había muchos árboles. La comuna era el lugar donde vivía la gente que venía desde el campo a trabajar a la ciudad y quería conservar su estilo de vida. Después, como la urbe atrapa a la gente, empezaron a trabajar y dejaron de lado esas cosas”.
A pesar de esto, mantuvo su gusto por el medio ambiente y continuó informándose acerca del tema. En eso, hace tres años, se encontró con unos amigos que estaban relacionados con el movimiento y uno de ellos le comentó acerca de los cursos de permacultura. “Ahí me di cuenta de que todo esto era muy ‘bacán’ y empecé a interiorizarme con el tema”, dice para concluir.
Ambas forman parte del equipo de gestión de la Bioregión Valle Maipo.
Bioregión
“Una bioregión es un territorio determinado por condiciones geográficas y culturales de un ecosistema humano. La nuestra corresponde a todo lo ubicado en la cuenca del río Maipo, es decir, Santiago”, explica Alondra.
Las bioregiones es una forma de trabajo que nació hace un par de años atrás luego del primer curso de permacultura realizado en la Escuela el Manzano. “Después del primer curso, la masa de egresados tenía infinitas ganas de hacer cosas: se había aprendido mucho de la permacultura como una forma de diseño y como un movimiento social, no podían quedarse con los brazos cruzados“, explica. El grupo se unió y decidió actuar: así nació el Instituto Chileno de Permacultura. A medida que más generaciones iban egresando de este curso, se dieron cuenta de que estaba todo muy centralizado, así que adoptaron la modalidad de trabajar en Bioregiones.“Se crearon nodos de gente trabajando en sus propias regiones formándose la Bioregión del Aconcagua, la Bioregión del Bio Bio, entre otras”, agrega Alondra.
La Bioregión Valle Maipo lleva trabajando cuatro años y siempre fue con un sistema de voluntariado, rigiéndose por las ganas de hacer cosas y compartir. Ahora su objetivo es canalizar el trabajo y formalizarse como institución. “Nuestra meta más cerca es convertirnos en una Organización Comunitaria para poder postular a fondos públicos y privados, y así poder seguir fomentando la permacultura”, explica Alondra, quien añade que “el propósito central es la difusión, generar recursos para poder ampliar el círculo de la gente que sabe acerca de la permacultura”.
Ambas saben que queda mucho por hacer y en ese departamento están encargadas de poner las manos a la obra. “Eso -concluye Leyla- es lo bueno de la permacultura, es súper flexible y nos permite utilizarla en lugares más pequeños, como en tu balcón, en el techo, etc. Sólo hay que poner manos a la obra”.